Sunday 24 June 2012

POST XXVIII - Viento a Favor


Madrid 16 de Diciembre de 2011

15:17

He terminado con mis quehaceres del día, los cuales implicaban limpiar una piscina repleta de muertos vivientes… bueno, ya no tan “vivientes”. Pero antes de describir mi nueva rutina, quiero poner por escrito aquella sensación que experimenté cuando John nos rescató:

De a poco íbamos dejando Coslada detrás. Mientras John esquivaba coches e infectados por igual, cogí a Claudia del asiento delantero y la apreté fuerte contra mi pecho. La pobre había vuelto a su estado de shock. Rambo, sin embargo, disfrutaba del pequeño regalo que le había hecho nuestro nuevo amigo, al bajarle un poco la ventanilla; allí iba él con la cabeza y la lengua fuera disfrutando del viento en su hocico, ladrándole a cada infectado que pasábamos.

John se presentó y nos dijo que nos llevaría a su urbanización, donde había otros cuatro supervivientes. Creo que tenía ganas de hablar pero, entre su acento y mi cansancio físico, no pude más que asentir a todo lo que decía. Él comprendió y continuó conduciendo sin hablar, hasta estar cerca de nuestro nuevo hogar, cuando me pidió que me asegurase que “Perro no ladra”.

Habremos tardado unos treinta o cuarenta minutos en llegar, ya que por partes la autopista estaba despejada, y por otras teníamos que sortear todo tipo de obstáculos que prefiero no recordar.

Vale… que me estoy perdiendo en destalles y no precisamente los que quería/necesitaba plasmar.

Aquel viaje en coche fue algo especial, especial de una forma difícil de explicar con palabras.

Siguiendo el ejemplo de mi inteligente mascota, baje la ventanilla y dejé que el aire golpeara mi cara y la de Claudia; la pequeña no dijo nada, pero algo en sus ojos me transmitió que lo disfrutaba. Y ¡cómo no iba a hacerlo!, si aquel gélido aire no acarreaba ningún hedor, era… aire puro. Viento que soplaba nuestras velas y alimentaba mi optimismo. El paisaje en la autopista no era tan desolador como lo había imaginado, eran pocos los que habían perecido dentro de sus coches; pero los había. De alguna manera, creo que conseguí obviarlos. 

Qué despreocupado me sentí entonces, yendo a alta velocidad, el movimiento del coche aletargándome al mismo tiempo que disfrutaba del paisaje de Madrid, con su particular relieve. Imaginaba que nada había ocurrido. El sol a nuestras espaldas parecía iluminarlos el camino y presagiarnos un prometedor futuro. Qué sensación más extraña, qué libertad. Quería que jamás acabase, que John continuase conduciendo, que el viento siguiera purificando mis pulmones y que el sol nos siguiera guiando. Pero, por supuesto, mi sueño infantil tuvo que acabar en el momento que llegamos a nuestro nuevo hogar en Villaverde.

Sunday 17 June 2012

POST XXVII - John


Sentía las vibraciones de sus pisadas y sus gemidos enmudecían cualquier otro sonido… hasta que Claudia soltó un grito propio de aquellas películas de terror en blanco y negro. Su chillido me despertó de mi sueño suicida, e hizo que me pusiera en pie con fuerzas que no tenía. Iba a reanudar la carrera interminable, cuando oí el motor de un coche a la distancia.

-Ya lo sé -le susurré a la niña-, todo va a estar bien.

Los muertos estaban a unos quince pasos, cuando empecé a correr en dirección al sonido del coche. Otra vez tuve que silbarle a Rambo para que no se quedara atrás. Cuando sentía que las piernas no podían sostener más el peso de mi cuerpo y el de Claudia, lo vi; un Citroën Xsara rojo a tan sólo una calle de distancia. Como si alguien me hubiese inyectado alguna sustancia ilegal, aumenté la velocidad. El conductor, que al parecer nos vio al mismo momento, aceleró también.

 Los infectados iban quedando cada vez más atrás… menos Gonzalo que corría al igual que yo, mientras dejaba escapar aquel sonido gutural para guiar a los demás.

Era -literalmente- una carrera de vida o muerte. Topamos con el coche en la siguiente esquina, los pasos de Gonzalo eran cada vez más audibles. La puerta del acompañante se abrió súbitamente.

-Entrar -gritó una voz con marcado acento inglés.

Lancé a Claudia adentro del coche y cogiendo a Rambo de su collar, hice lo mismo. Cuando cerré la puerta, Gonzalo ya estaba prácticamente sobre el vehículo. Abrí la puerta de atrás y salté dentro. El conductor arrancó al mismo tiempo que Gonzalo adivinaba nuestra intención y se paraba en el medio de la calle. Aún puedo ver su cara pálida y su boca cubierta de sangre seca, antes de que el coche lo arroyara e hiciera volar por los aires.

Mientras me acomodaba en el asiento y cerraba la puerta que había dejado abierta, nuestro salvador se presentó.

-¡Ha estado cerca! -dijo riéndose entre dientes- . Soy John.

POST XXVI - Rendido

 
Una bocanada de aire caliente, que acarreaba un espeso olor a putrefacción, hizo que Rambo estornudará en el lugar. Una interminable hilera de ojos blancuzcos se había posado sobre nosotros. Todas las personas de la comunidad... todas y cada una de ellas estaban allí. Los que se encontraban al fondo del garaje y no se habían percatado de nuestra presencia, deambulaban sin sentido. Los más cercanos, sin embargo, abrieron sus bocas -quienes aún las tenían- y comenzaron la persecución.

Quien más deprisa se acercaba era Gonzalo, mi vecino del sexto. Creo haber pensado "¿Cómo es posible?", pero no estoy seguro, ya que empecé a correr al instante en dirección contraria; hacia el portal.

La expresión de terror de Claudia no había mutado, y sus ojos se posaban por sobre mis hombros, observándolos a ellos. Rambo empezó a ladrarles, pero luego de silbarle se nos unió.

Detrás de nosotros venían los infectados, más de cuarenta. Sus gemidos me helaban la sangre. Algo en mí quería rendirse; quería dejarme caer en el suelo y que toda esta locura acabará de una vez. Sin embargo, el peso de Claudia en mi brazo era un constante recordatorio de que no era sólo mi vida la que estaba en juego.

Llegué al portal en cuestión de segundos, tiré de la puerta para abrirla y, oh casualidad, estaba cerrada.

-Mierda  -exclamé.

Gonzalo estaba a escasos metros y detrás de él una legión de cadáveres se preparaba para el festín de su vida. "Las llaves", pensé en un segundo. Salté por la ventana, dentro de la garita del portero y comencé a buscar en el suelo la llave del portal. Al cabo de unos segundos la encontré. Salté nuevamente y alcé en brazos a una orinada Claudia. Cuando introduje la llave en la puerta, Gonzalo estaba a exactamente diez pasos. Cuando giré la llave, Gonzalo había acortado la distancia a cinco pasos. Cuando abrí la puerta, sentí sus dedos en mi hombro. Y cuando hube cerrado la puerta a mis espaldas, escuché su gemido infernal al mismo tiempo que estrellaba sus manos contra el otro lado de la puerta.

Habíamos salido los tres, pero no hubo ocasión de relajarnos ya que los cristales de la puerta comenzaban a romperse de poco con los golpes de mis -ahora- difuntos vecinos. El ruido del vidrio impactando y rompiéndose contra el suelo, era como constantes puñaladas.

Agotado, comencé a correr hacia la calle; sentía cada músculo de mi cuerpo gritar con agonía que no podía más, y el sudor se empecinaba en nublarme la vista. Entonces, la luz del día -aquella que había eludido por tanto tiempo- quemó mi piel y me tranquilizó. Podía sentir las uñas de Claudia clavadas fuertemente en mi espalda y los ladridos de Rambo a mi lado; en ese momento, con el sol en la cara cegándome los ojos, me rendí. Me senté en la acera y aspiré profundamente. Ya podía oír sus pasos a mis espaldas; la puerta había cedido y venían a por nosotros.

Abracé fuerte a Claudia y miré -con una sonrisa en los labios- a Rambo. “María”, pensé a medida que cerraba los ojos.

Sunday 3 June 2012

POST XXV - El Portero (continuado)


Sabía que tenía que hacerme cargo de él, pero antes necesitaba un arma, algo con lo cual reventarle el cráneo. Sin dejar de jadear, subí a casa. Claudia seguía durmiendo al lado de Rambo, mientras éste trataba de adivinar con su mirada qué era lo que me pasaba.

Me fui a la cocina y cogí el cuchillo que había utilizado para ajusticiar al niño. Pero apenas lo empuñe, lo volví a guardar. Necesitaba un arma que me permitiera golpear desde una distancia “segura”. Este infectado era demasiado ágil para intentar acercarme… Tales eran mis pensamientos cuando le escuché subir por las escaleras, el muy hijo de puta había llegado hasta nuestra planta de alguna forma. Fue entonces cuando supe que aquel piso ya no era seguro, una voz me dijo “Tienes que salir de aquí, ahora”.

Sin más opciones, cogí el cuchillo con una mano y con la otra alcé a Claudia, quien se despertó debido al alboroto. Aún puedo ver sus aterrados ojos azules clavados en mí. Rambo ya se había puesto a ladrar y no había dios que le callase. No iba a intentarlo, de todas maneras. Esperé a que el infectado estuviera del otro lado de la puerta golpeándola con sus manos, la llave del garaje clavándose en la madera. Abrí ligeramente la puerta, él pudo vernos por la rendija que había dejado y se nos echó encima. Con Claudia todavía a cuestas, le pegué una patada a la puerta, la cual impactó de lleno con el infectado. Su cuerpo en descomposición voló por el rellano. Salí corriendo a toda velocidad, pero aquel cabrón no se rendía. Nos alcanzó en las escaleras y cuando se disponía a darle una dentellada a Claudia, Rambo comenzó a morderle el pantalón, tirando para el lado contario. Sin perder tiempo le solté una puñalada, con la mala suerte que el cuchillo se alojó en su pecho. Sin embargo, gracias al impacto, el infectado retrocedió golpeándose la espalda contra la barandilla y, dando media vuelta en el aire, calló por el hueco de las escaleras.

La euforia no me duró mucho, ya que segundos después de haberse estrellado contra el suelo, el cabrón -completamente desfigurado- ya estaba de pie nuevamente, dejando escapar un gruñido espeluznante que se hizo eco por todas las escaleras.

Iba a volver al piso cuando mis pies se toparon con algo [Cling]. Se le habían caído las llaves del garaje; ya teníamos una vía de escape. Las recogí y empecé a correr escaleras abajo, mientras el muerto corría escaleras arriba; con toda la intención de despedazarnos.

Por suerte, él había caído en el -2 y tenía que sortear dos puertas. Mientras que nosotros teníamos que ir a la planta 1, donde estaba el garaje. Dicho y hecho, fuimos nosotros quienes llegamos primero al garaje. Con Claudia en brazos y Rambo jadeando detrás de mí, giré la llave en la puerta, la abrí con fuerza y… mis ojos no pudieron creer la escena que se nos presentaba.

POST XXIV - El Portero


Madrid 15 de Diciembre de 2011

15:20

Vale, pues creo que tengo unas horas de descanso antes de proseguir con mis demás tareas. Así que continuaré relatando lo que ocurrió hace escasos días.

Debían de ser las siete de la mañana, cuando me dirigí a la garita del portero en busca de las llaves. Ésta se encontraba al lado de la puerta de entrada. Una pequeña habitación con una puerta de acceso y una ventana amplia sin acristalar. Intenté abrir la puerta, pero estaba cerrada. Eché un vistazo a la habitación a través de la ventana y, luego de asegurarme que no había moros en la costa, me introduje por el hueco. Una vez dentro, me encaminé hacia el estante con las llaves y las cogí todas… menos las del garaje, que por alguna extraña razón no estaban junto a las demás. “Extraño” pensé, si el portero tenía una copia… [Cling, Cling] Pude oír el sonido metálico de la llave faltante detrás de mí. Rogué que, al igual que había ocurrido en las escaleras, no fuera más que mi imaginación jugándome una broma. Pero no tuve tanta suerte esta vez.

Giré para encontrarme al portero que salía de debajo de la mesa, la cual estaba apoyada contra la ventana. No había manera de haberle visto antes de saltar. El color de su piel era de un gris repulsivo y la mano que aún sostenía las llaves del garaje, tenía el meñique arrancado por la mitad. Supongo que el desdichado se habría acurrucado debajo de la mesa, cogiéndose la herida hasta que dejó de respirar. 

Me quedé inmóvil por unos segundos, evaluando mis posibilidades. Él se puso de pie y se abalanzó sobre mí con su boca abierta y los brazos estirados. Salté a mi derecha y el infectado se chocó con la pared, quedando atontado y no sabiendo dónde había ido a parar. Yo me puse rápidamente de pie, corrí hacia la ventana y salté… con la suerte que mi rodilla dio con la mesa, cayéndoseme así todas las llaves. Un dolor punzante subió desde mi pierna hasta la cabeza. Dejé escapar un insulto mientras comenzaba a recoger las llaves del suelo. No sé si habrá sido el golpe o el sonido de las llaves, pero el portero giró sobre sus talones con aterradora agilidad y, con ojos como misiles, se lanzó a por mí. No lo pensé dos veces, salté nuevamente la mesa -con éxito esta vez- y salí propulsado por la ventana, cayendo como un saco de patatas del otro lado. 

Aún con el cuerpo dolorido, pegué un salto y me puse de pie. La cosa empezaba a subirse a la mesa y a asomarse por la ventana. Con todas mis fuerzas, corrí hasta las escaleras y cerré la puerta cortafuegos detrás de mí. De espaldas a la puerta y con las manos en las rodillas, sentí que los pulmones me iban a estallar; y entonces [Pum] [Pum] El cabrón ya estaba del otro lado de la puerta.

Saturday 2 June 2012

POST XXIII - Amigos

Madrid 14 de Diciembre de 2011

14:43

No sé por dónde comenzar… Claudia, Rambo y yo hemos tenido que escapar del piso en Coslada. Estamos ahora con otro grupo de supervivientes. Mientras escribo, Laura -una mujer de mediana edad- intenta hablar con Claudia; todavía no ha dicho ni una sola palabra desde lo que pasó con su padre. Rambo… pues Rambo está dando vueltas por todos lados haciendo amigos. Son un grupo de cinco personas, los únicos que quedan en esta urbanización.

En fin, creo que será buena idea poner por escrito lo que oaconteció aquel 9 de diciembre. La explicación de nuestra huida y posterior llegada a este refugio… Vale, parece que los detalles tendrán que esperar, John me está pidiendo que le ayude a cargar unas cajas al piso de arriba. Al menos creo que eso es lo que me está queriendo decir, el pobre es inglés y el español no se le da muy bien.