Monday 5 November 2012

POST LXVI - Y así fue



Y así fue como Laura me contó lo sucedido, como supe que el infectado que azotaba la puerta en el día de mi resurrección era Clemente, el anciano. También como vine a saber que el muerto que se sacudía en la piscina aquella noche sin luna, era el joven que había ayudado a levantar la empalizada.

Y aquí estoy, finalmente, escribiendo una vez más. Con el lomo de Rambo calentando mis pies... Ahora que lo pienso, aún no he puesto por escrito como me reuní con mi viejo amigo, a quien creía muerto.

Luego de haber lidiado con el infectado que nos acorralaba, salí disparado por las escaleras hacia la planta superior, donde Eduardo me había dicho que estaban Laura y Claudia. Después de oír mi voz en el rellano, una Laura bañada en lágrimas abrió la puerta y me abrazó allí en el umbral. A sabiendas de que Mario aún estaba suelto por algún lugar del edificio, di un paso adelante con la mujer aún ceñida a mi cuello y cerré la puerta detrás de mí. Entonces, Laura se apartó por unos segundos, lo suficiente para que viera a Claudia sentada en el sofá con Rambo a su lado. Ambos vinieron como relámpagos hacia mí y me derribaron. Las lamidas de Rambo se colaban por entre los brazos de Claudia que me abrazaban con fuerza. Laura nos miró con una sonrisa llorosa y se nos unió. Allí, aplastado por dos personas y un perro, con un nudo en la garganta que creí iba a ahogarme, terminé riendo a carcajadas. El pecho me dolía y sentí la falta de aire en más de una ocasión; incluso así, por nada del mundo me hubiese levantado. Sólo cuando Eduardo y Cristina golpearon la puerta por tercera vez, Laura se decidió a abrirla y dar así por finalizado el rencuentro más feliz que he vivido en mi vida.

Ahora estamos todos, una vez más, en el piso de Eduardo. Ya no podemos permitirnos el lujo de separarnos. El anfitrión nos ha dejado su cama de dos plazas para que durmamos allí Claudia, Rambo y yo. La otra habitación se la ha dado a Laura y Cristina, mientras que él pasa sus noches en el salón durmiendo de vez en cuando en el sofá y, por la mayor parte de la noche noche, mirando el piano de nogal que adorna la sala; sus ojos se posan en el instrumento y su mano derecha acaricia el aire por encima de él.

Mario anda suelto y no sabemos si se ha ido de Villaverde o sigue aquí, escondido en algún rincón de la urbanización. Como he escrito antes, la situación es crítica y ya no podemos permitirnos un día más de especulaciones. Mañana iré iremos a por provisiones; esté Mario aquí o no.

No comments:

Post a Comment